Un cromañón que desanda la ciudad y desde una céntrica esquina, a todo lo ancho de una valla, advierte al que pasa: «Evoluciona, que el acoso te atrasa». Mensajes que se articulan con mayor visibilidad en los medios y las redes sociales, donde se nombra la palabra violencia por su nombre y se le coloca sin tapujos un apellido que históricamente se ha silenciado: «de género», para hablar de una problemática que, aun con matices diferentes a otras realidades, también nos golpea en Cuba.
Expertos polemizan en televisión sobre la violencia sexual en la calle o acoso callejero –luego de que Cuba se uniera a la iniciativa de celebrar la Semana Internacional contra esta forma de violencia– y se explican las fortalezas del nuevo marco jurídico que sentará sus bases en la recién aprobada Constitución de la República. Se exige el respeto al cuerpo, se diseccionan imaginarios y estereotipos que naturalizan prácticas como el control del mismo.
Mientras, en una casa del Vedado un hombre pide al vecindario evitar los ruidos, para luego dar la orden de «grabando» y comenzar a rodar la escena. En el set de grabación, Legna Pérez dirige junto a Rolando Chiong la segunda temporada de una serie que volverá a Romper el silencio.
Ya en 2017 había llegado la primera temporada del dramatizado, que a través de historias visibilizó expresiones y manifestaciones de la violencia que sufren mujeres diversas en la Cuba de hoy. «Nos dejó muchas lecciones, pues nos enfrentamos por primera vez a una temática muy sensible que roza con muchas aristas a nivel interpretativo y humano, como es la violencia de género», contó a Granma.
El cuidado que nos impusieron esos primeros capítulos fue muy serio, y nos devolvió el agradecimiento del público ante un tema que no se había puesto en la pantalla de la manera en que se colocó. «Nos dejó además el deseo de descubrir también para el espectador caminos de solución ante conflictos», dijo.
«Una de las intenciones de la primera temporada fue exponer problemáticas presentes en la vida de los seres humanos, visibles en Cuba, que existen y a veces no las reconocemos. Decidimos hacerlo corriendo el riesgo de no saber hasta dónde el público se iba a sentir identificado, y sentimos entonces el deseo de poder brindar el camino a la reparación de los daños», agregó la realizadora.
Para ello cuentan con la asesoría y el acompañamiento del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR) y del Centro Nacional de Educación Sexual, a lo largo de los 11 capítulos de la nueva temporada, cuyo rodaje debe concluir en agosto, para salir al aire en el mes de diciembre.
«Que este tema se visibilice justo en un espacio dramatizado es importante, porque llega directo a los televidentes. A partir del impacto de la primera temporada aprendimos todos, incluyendo los decisores en la televisión, de la necesidad de poder usar este medio de comunicación como un bien público en función de esta labor humana que es luchar contra la violencia», señaló Legna Pérez.
La joven directora insiste además en que, si la primera temporada estuvo centrada en la violencia hacia las mujeres y las niñas, esta segunda entrega abordará también la violencia hacia los hombres y las personas con identidades no heteronormativas, entre otras.
Tres actrices… tres mujeres, toman un receso en medio de la grabación: Cruz Pérez, Irela Bravo y Cristina Obin hablan de la importancia de contar esas historias.
Para Irela Bravo es esencial que exista este tipo de serie. «Una se sorprende de casos como los del guion, pero sí existen, y muchas veces la gente no se atreve a denunciarlos por temores, prejuicios. Llevando a la pantalla este tipo de temas estamos contribuyendo a que las personas rescaten su dignidad, se den su lugar y sepan que hay muchas formas de violencia».
«Es tan importante la cara del problema como el camino de la justicia», agregó Cruz.
A juicio de Cristina Obin, urge llamar la atención sobre estos asuntos. «No podemos circunscribirnos a la violencia como un hecho, porque hay violencia como actitud. Lo que tiene de educativo y aleccionador esta propuesta, es que se puede llegar al mar desde este río y poder abarcar toda esa problemática con valentía y honestidad. De no hacerlo corremos el riesgo de que este sea un problema que sigamos heredando y arrastremos a futuro», dijo.
Mirar con lupa la violencia
A 420 kilómetros de la capital cubana, en la central provincia de Ciego de Ávila, jóvenes de todo el país se reúnen en el III Encuentro Nacional de Investigadores/as «Violencia de Género y Juventudes» y en el II Taller Nacional de Comunicación por la No Violencia, que sesionaron entre el 27 y 30 de abril y el 29 de abril y 2 de mayo, respectivamente.
El primero de estos reveló los hallazgos de estudios hechos por jóvenes y enfocados también en grupos juveniles; en tanto la segunda cita colocó sobre la mesa los retos de una comunicación inclusiva, con perspectiva de género, que desmonte los mitos e imaginarios que legitiman la violencia.
Temas como los derechos reconocidos con la aprobación de la nueva Carta Magna el pasado 24 de febrero, la necesidad de actualizar otras normas como el Código Penal, para salvar vacíos en relación con la violencia sexual; las expresiones de este fenómeno hacia las personas con identidades no heteronormativas, el ciberacoso y cibercontrol como formas de violencia digital, y la violencia de género en ámbitos universitarios y socioculturales, integraron la agenda de debate de los investigadores.
Por su parte, articular estrategias para incluir en la agenda mediática mensajes por la no violencia hacia las mujeres, tejer redes y alianzas que permitan dar voz a la diversidad de personas que conforman la sociedad cubana y potenciar acciones de capacitación y sensibilización a profesionales y directivos de los medios, fueron claves esenciales para periodistas y comunicadores en pos de no reproducir o perpetuar estereotipos.
Una demanda común en ambos espacios de diálogo fue, de acuerdo con Mareleen Díaz Tenorio, especialista de OAR, la necesidad de una ley integral contra la violencia de género en nuestro país, si bien insistió en que se pudiese actuar más si se aprovechan por los operadores del Derecho las fortalezas del marco jurídico existente y se utilizan e interpretan mejor las normas.
Las ventajas están claras: la conceptualización y reconocimiento de todas las formas de violencia, así como la garantía de contar con equipos multidisciplinarios que permitan brindar un tratamiento integral en función de la rehabilitación de las personas y evitar su revictimización, además de disponer de centros de acogida para las víctimas.
El acoso sexual callejero, también es violencia
Algo está cambiando, o «evolucionando» –si queremos ser coherentes con el mensaje que defiende la Campaña por la no violencia hacia las mujeres que impulsa OAR–, porque visibilizar las expresiones menos conocidas de la violencia de género es un gran paso.
Este es el «plus» que tiene la campaña Evoluciona, una iniciativa de comunicación dirigida a los jóvenes entre 18 y 24 años que, durante cuatro calendarios, hasta 2022, defenderá dos ejes temáticos fundamentales: el acoso sexual callejero, y conductas asociadas al control del cuerpo de la mujer y sus relaciones sociales, ambas expresiones de violencia.
Ello no significa que renuncie a sensibilizar a todas las personas, sean del grupo etario que sea. Sucede que la violencia concierne a todos, pero cambiar en las nuevas generaciones comportamientos aprendidos históricamente es como la primera vuelta de rosca.
Un estudio de Oxfam que exploró imaginarios juveniles sobre la violencia hacia las mujeres, denominado «Rompiendo moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia», encontró que entre la población joven cubana se sigue viendo como lógico y normal el «piropo» a las mujeres.
La investigación, que contó con la participación por Cuba del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, en colaboración con OAR, evidenció que el 75 % de los jóvenes entre 15 y 25 años acepta como natural el acoso callejero (silbidos y los llamados piropos). Muchas personas lo consideran una tradición, parte de la identidad cubana y no perciben su vínculo con la violencia machista.
Otros resultados apuntaron que más del 81 % de las muchachas y los muchachos opinan que la mayor parte de sus amistades ven normal ese comportamiento, y muchos de los jóvenes entrevistados relacionaron estas manifestaciones con «provocaciones» de las mujeres en su actitud y forma de vestir.
Según explicó María Teresa Díaz Álvarez, especialista en temas de sexualidad, género y masculinidades de OAR, mientras existen expresiones de violencia sexual muy visibilizadas o conocidas como la violación en citas y asalto sexual violatorio por conocidos o desconocidos, el abuso sexual infantil, el incesto, la trata y el tráfico de mujeres y niñas con fines sexuales, la mutilación genital femenina (ablación ), las inspecciones obligatorias para comprobar la virginidad o la prostitución forzada, entre otras; situaciones como la violación de pareja (matrimonio, noviazgo, uniones consensuales) o el acoso u hostigamiento sexual, a menudo no son solo silenciadas, sino naturalizadas.
En ese sentido, significó que el acoso sexual callejero se produce en lugares públicos (calles, transportes públicos, paradas de ómnibus, parques, sitios de grandes concurrencias, lugares de esparcimiento) y se caracteriza porque el acosador exhibe su «derecho» a interpelar a la víctima, la coloca como objeto sexual y la obliga a interactuar con él.
«Sigue siendo la expresión de acoso menos visible desde lo legal y lo social, pues está justificada desde la cultura como una forma de relación que legitima la superioridad masculina», reflexionó.