40 años del martirio Monseñor Oscar Arnulfo Romero
Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios,
que es el pueblo, no perecerá jamás.[1]
Mons. Romero
Por: Irma María Bernal Collazo, especialista del Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR)
Los verdugos, los militares, la Guardia Nacional, los escuadrones de la muerte y los grandes terratenientes de aquel momento, que planificaron y encargaron la muerte de la voz de los sin voz,[2] el arzobispo, constituyen un mal recuerdo que solo inspira desprecio y repulsión e incita a estar alertas para que no se enseñoreen regímenes militares oprobiosos para toda la humanidad.
Mons. Romero fue capaz de buscar en su interior, desde su más profundo compromiso de cristiano, con la humildad que caracterizó su sacerdocio, y encontrar la forma más adecuada —apegado al Evangelio y al magisterio de la Iglesia— de mostrar su opción por los pobres. Fue capaz de vencer su timidez. Su verbo fuerte se alzó al mundo para denunciar los atropellos y las violaciones de los derechos humanos, que se convirtieron en una praxis cotidiana en El Salvador.
Su teología cristológica es un ejemplo que no pueden olvidar los sacerdotes en su misión pastoral y fue sencillamente convertir a Jesús en el faro, en el principio y el fin de su misión eclesial, por eso se aferró a la defensa de los pobres y en general a la justicia social.
Su legado se pone de manifiesto al intentar con su propio testimonio de entrega total a los pobres, traer a la contemporaneidad, revivir en la praxis los principios del cristianismo primitivo, de las iglesias primitivas, donde el verbo compartir la tenía su verdadero significado. El cristianismo era la religión de los más humildes y de los esclavos, la ética presente en sus empeños por liberarse de las injusticias. Asumió la defensa de los pobres como la defensa a Dios y por eso cruzó barreras, no se detuvo para transmitir, a 40 años de su asesinato, la esperanza intacta en un mundo de paz.
Otro de sus muchos legados fue llevar a cabo su misión pastoral en correspondencia con toda la renovación y las nuevas enseñanzas del Concilio Vaticano II, conjuntamente con los aportes de la Conferencia Episcopal de Medellín, 1968, y Puebla, 1979.
La lectura de su homilía del 3 de julio de 1977: “¿Qué es la paz?”, nos lleva a la reflexión profunda por su vigencia en este momento convulso para América Latina y el mundo en general. Nos dice Mons. Romero que la paz no es ausencia de guerra y ¿acaso hay vigente una declaración de guerra para el continente latinoamericano? No, pero tampoco hay paz. Mientras continúe veloz la carrera armamentista, las trasnacionales avasallen a los pueblos, el neoliberalismo sea una ola lenta pero arrasadora, los tratados de libre comercio exterminen las economías y los gobiernos corruptos se plieguen a los mandatos del administrador de turno del imperio norteamericano, no hay ni habrá paz.
Sus homilías no son de pasado, mantienen vigencia porque en su palabra tiene en cuenta la historia y se proyecta a futuro. Sacerdotes, pastores, todos deben plantearse como Jesús brindar esperanza.en que un futuro mejor es posible.
En 1980 algunos meses después del asesinato del arzobispo salvadoreño, Inspirados en su ejemplo de vida y en su misión pastoral, comenzaron a realizarse reuniones lidereadas por Mons.Sergio Méndez Arceo[3] junto al obispo Pedro Casaldáliga entre otros y posteriormente surgió el Secretariado Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina: ”Oscar A. Romero” (SICSAL). Compuesto por diferentes representantes de comités de solidaridad, que se identificaron con la figura de Mons. Romero. El SICSAL desde su fundación ha ejercido la solidaridad y ha apoyado la búsqueda de la paz de todos los países de América Latina, reuniendo en torno a él organizaciones, instituciones y personas que viven la espiritualidad de Mons.Romero
En la actualidad SICSAL lleva el nombre de Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina y continua brindando su apoyo a los países en busca de la equidad y la justicia social, inspirados en el arzobispo salvadoreño, que impela a seguir caminando juntos a todos los latinoamericanos, hombres y mujeres hasta lograr un mundo donde se respeten los derechos humanos y no exista violencia.
Mons. Romero nos susurra el derrotero para que no lo extraviemos, nos mantiene alertas, vigilantes, porque a pesar del tiempo transcurrido el enemigo es el mismo, solo empolva su escurridizo semblante, pero ya el continente americano lo reconocen al igual que en otros continentes.
Mons. Romero no solo amó a los pobres, a los oprimidos, los defendió con la verdad denunciando la violencia que azotaba a El Salvador. No basta amar la justicia, es necesario buscarla a toda costa.
En 1980, en su carta a James Carter, Mons. Romero expresó: “el pueblo salvadoreño es el único capacitado para resolver sus propios problemas”.[4] La misma misiva, puede hacerse en este siglo XXI, solo es cuestión de cambiar el nombre del presidente destinatario, que ahora es Donald Trump, y el nombre de los países con serias amenazas de intromisión en sus diferentes problemáticas: Venezuela, Ecuador, Chile, Bolivia.
Como en 1980, bajo el pretexto de ayuda militar a El Salvador para inmiscuirse donde no le llaman,, hoy Donald Trump, actual presidente norteamericano que se dice “cristiano” ¡qué vergüenza para los verdaderos cristianos! Que se autoproclame cristiano alguien que, lejos de construir puentes de amor y solidaridad, se empeña en levantar muros que separan y dividen; pretende opinar, determinar, agravar y bloquear en todos los sentidos la libertad y el derecho a resolver entre los propios latinoamericanos sus problemáticas sociales. Los conflictos de las patrias del Toqui Caupolicán y Salvador Allende, de Eloy Alfaro y Mons. Leónidas Proaño, de Eduardo Abaroa y Evo Morales, por solo citar algunos, se tienen que resolver sin la intromisión de un vecino tan prepotente e insolente.
Un ejemplo en el contexto latinoamericano es Chile donde se ha golpeado salvajemente a manifestantes, ocasionando heridos y muertos, los derechos humanos no han sido respetados. Ante la violencia desatada sectores de la Iglesia han manifestado su total desacuerdo. Los obispos chilenos han declarado enfáticamente: “¡Por amor a nuestra patria terminemos con la violencia!”.[5]
En ocasión de los acontecimientos ocurridos en el país, se firmó la “Carta de Santiago”, que muestra la voluntad eclesiástica de velar por el respeto de los derechos humanos. Un fragmento de esta carta afirma: “Apelamos a la conciencia de los pueblos para recordarles que la paz solo puede construirse sobre la base de la justicia”.[6] Una expresión que nos remite a la homilía en que Mons. Romero reflexionó acerca de esa paz que tanto necesita el mundo.
A raíz del golpe de Estado de 2019 que ha sumido a Bolivia en un caos donde prima la violencia, tanto Jeanine Añez como Luis Fernando Camacho —no satisfechos con la renuncia del reelegido presidente Evo Morales—[7] han intentado una manipulación de la fe cristiana, valiéndose de la utilización como lema de su campaña política: “La Biblia vuelve a Palacio”.[8] ¿Qué interpretación dar? Si regresa, ¿es que fue expulsada? Sin embargo, en 2009 la nueva constitución aprobada ciertamente proclamó a Bolivia como un estado laico; pero garantizando la libertad religiosa y la convivencia de diversos ritos de espiritualidad y cosmovisiones de los pueblos originarios.
Los obispos optan por encontrar una solución en forma pacífica y teniendo en cuenta la constitución del país, planteando la aceptación de nuevas elecciones si con esto se contribuye a restablecer la paz en el país.
El presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana, Mons. Ricardo Centellas, obispo de Potosí, ha expresado: “En nombre de Dios les decimos: cesen las acciones de violencia y preservemos la vida y la paz. Mantengamos el espíritu pacífico que ha reinado en el pueblo en este tiempo”.[9] Centellas reconoce que no son perfectos los logros sociales hasta ahora alcanzados, pero sí que pueden constituir el cimiento y aportar la confianza en un futuro mejor para todos.
. En este siglo XXI es recordado con admiración y respeto el más universal de los salvadoreños, el contexto social latinoamericano es aún convulso y se continúan violando los derechos humanos de las grandes y empobrecidas mayorías. El obispo de Barinas, a su vez presidente de Caritas América Latina y El Caribe, José Luis Azuaje Ayala, hizo un llamado a los gobiernos donde prevalece según lo manifestado por dicho obispo: “el tener que el ser, el beneficio económico más que la vida, las ideologías por encima de las personas, y que asumen el poder como dominación y no como servicio liberador”.[10]
El ejemplo del arzobispo de San Salvador contribuye sin lugar a duda a la esperanza en un futuro luminoso para América Latina, a que la marginación social deje de ser un lastre amenazador. “Sus actitudes de escucha, de acogida, de profecía, de esperanza, su modo tan ubicadamente fiel y tan políticamente consecuente de ser pastor”,[11] inspira no solo a los sacerdotes, sino a todos los seres humanos que defienden su dignidad. Mons. Romero no hizo concesiones, fue un cristiano auténtico, sin doble moral, eligió el camino del compromiso social con los marginados, el camino de la denuncia de las injusticias sociales. Su elección no fue con un análisis reduccionista de la política, su elección fue desde el Evangelio por los pobres: “Hay que salvar no el alma a la hora de morir el hombre; hay que salvar al hombre ya viviendo en la historia”.[12] Mons. Romero mantuvo a costa de su propia vida la voz profética del Evangelio, la esperanza de un mundo libre de violencia. El papa Francisco ha enaltecido su labor pastoral definiéndolo como ejemplo de pastor del Pueblo de Dios, que deben imitar y seguir los pastores que desean cumplir a cabalidad su compromiso eclesial.
Se aprecia la vigencia de las reflexiones de Mons Romero en este siglo XXI al comparar lo que expresó en su última carta pastoral “Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país”, de Agosto de 1979 con lo que manifestó el papa Francisco en su primera encíclica Evangellii Gaudium del 2013 en cuanto a:
Necesidad de una re-evangelización
Misión de la Iglesia comprometida
Denuncia del pecado social
Mons. Romero, faro de la Iglesia latinoamericana, vive y camina en fila apretada junto a los pobres que defendió desde sus sentidas homilías, donde denunció y denuncian hoy los que siguen su luz de libertad, la ignominia de la inequidad, la opresión, los atropellos y las injusticias sociales en toda su extensión. Su definición de pueblo mantiene una vigencia total: ¿Qué es pueblo?, se pregunta el arzobispo de San Salvador en su homilía del 15 de enero de 1978, titulada “La Iglesia quiere un pueblo”. Pueblo es una comunidad de hombres y de mujeres donde todos conspiran al bien común. Están vigentes sus conceptos, sus definiciones. Otro ejemplo es su definición de fe, presente en su homilía “La fe pide entrega”, de 1978, donde afirma: “La fe es lanzarse a los brazos de Dios. La fe es creer lo que Dios dice, aunque me parezca imposible”. Esto tiene que ver con la esperanza, con la confianza en un futuro digno, planteamos que tiene vigencia ya que la fe tiene un significado muy amplio, no reduccionista, viéndola únicamente relacionada con la religión católica, y aún desde otra ideología, la fe, aunque no precisamente en Dios, sino en el esfuerzo de los hombres y las mujeres para construir un mundo justo y de respeto desde procesos afirmativos de reclamos y conquistas de derechos y participación dentro del constructo social por utópico que parezca o por increíble como afirmó Mons. Romero. Hay que creerlo por imposible que parezca: por diferentes caminos se llega al mismo destino. La Buena Nueva, ¿qué es, sino justicia y un mundo donde se respeten y garanticen los derechos humanos de todas las personas?
El profeta salvadoreño hoy, camina junto a los oprimidos latinoamericanos que recuerdan sus “prédicas subversivas”, según los oligarcas y militares de su nación ensangrentada. ¿Es subversivo impedir que hermanos se masacren unos a otros?, ¿es subversivo abrazar el Evangelio y obedecer uno de los mandamientos divino: No matarás?, ¿es subversivo cumplir el mandamiento bíblico: No robarás?, ¿qué hacen las oligarquías, los gobiernos de turnos, los que aplican el modelo neoliberal, si no es robar a manos llenas a los pueblos sojuzgados y oprimidos de Latinoamérica?
Definitivamente son “prédicas subversivas” porque critican y enfrentan la corrupción y la violencia y son hechas en nombre del primer subversivo en la historia de la humanidad, Jesús; que según la tradición católica, enfrentó a todos los corruptos y fue al calvario para que el mundo fuera un mundo de amor y no de desidia y oprobio. No queda duda de que en el Pulgarcito de América se gestó un gigante, Oscar Arnulfo Romero Galdámez.
[1] Adolfo Pérez Esquivel: “San Romero de América camina junto a los pueblos de nuestro continente”.
[2] Oscar Arnulfo Romero: Cartas pastorales, discursos y otros escritos.
[3] Obispo de la Diócesis de Cuernavaca que conjuntamente con la hermana Leticia Renteria contribuyó al desarrollo y fortalecimiento del SICSAL.
[4] Homilía del 17 de febrero de 1980.
[5] Giselle Vargas: “Arquidiócesis en Chile renueva su compromiso por la defensa de los derechos humanos”.
[6]Giselle Vargas: “Arquidiócesis en Chile renueva su compromiso por la defensa de los derechos humanos”.
[7] Presidente de Bolivia (2006-2019). En la constitución aprobada bajo su mandato en 2009, se reconoce la libertad religiosa.
[8] Deutsche Welle (DW): “Crisis en Bolivia: La mediación de la Iglesia ha sido exitosa, pero sola no podría haber logrado esto”.
[9] Vatican News: “Obispos de Bolivia: No a la violencia, una solución constitucional y pacífica”.
[10] Ramón Antonio Pérez: “Caritas seguirá ejemplo de vida de monseñor Romero”.
[11] Pedro Casaldáliga: “2000 años de Jesús, 20 años de Romero”.
[12] James Brockman: Así habla monseñor Oscar Romero, p. 17.
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