EL PADRE SARDIÑAS, UN HOMBRE DE FE CRISTIANA Y REVOLUCIONARIA(1)

MSc. Rafael Barrera Yanes

Centro Óscar Arnulfo Romero (OAR)

21 de diciembre de 2020

 

“…su amor a la Revolución no estuvo reñido nunca con su convicción religiosa.”  Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz

 

“No dejó de ser cura por ser revolucionario, ni dejó de ser revolucionario por ser cura. Cuando murió era párroco

 de la Iglesia de Cristo Rey y comandante del Ejército Rebelde.”     Mons. Fernando Prego, obispo de Cienfuegos

 

El sacerdote cubano Guillermo Sardiñas Menéndez, fallecido el 21 de diciembre de 1964, fue un hombre de profunda fe cristiana, inmenso amor patrio y sólida fe revolucionaria. José Martí era su paradigma de cubano patriota defensor de la independencia nacional y la dignidad humana.

 

Cuando Batista dio el golpe de Estado el 10 de marzo de 1952, de inmediato rechazó este acto violador de la constitución y el orden político existente. No es gratuita, pues, su simpatía por el joven abogado Fidel Castro Ruz y los asaltantes al cuartel Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, el 26 de julio de 1953.

 

Fue nombrado párroco de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores en Nueva Gerona, antigua Isla de Pinos, en febrero de 1954. Allí entró en contacto con familiares y amistades de los asaltantes al cuartel Moncada que se encontraban prisioneros en el llamado Presidio Modelo, cercano a la ciudad. Por su actitud e ideas el padre Sardiñas era reconocido como simpatizante de los revolucionarios. Quienes le conocieron afirman que era un hombre profundamente cristiano y de una coherencia de fe indiscutible, reflejada en sus sentimientos de justicia, pasión por la independencia y culto a la libertad.

 

En cierta ocasión, la maestra pinera Zenaida Oropesa fue a ver al  padre Sardiñas con el fin de que le bendijera una bandera cubana para izarla en la escuela donde trabajaba. Él le acotó: “Mire Zenaida, yo se la voy a bendecir, pero esta bandera no flotará libre hasta que Fidel no baje de la Sierra”.

 

Contaba la heroína del Moncada, Melba Hernández, que Sardiñas tenía siempre, desde el primer momento, una fe ciega en lo que Fidel sería capaz de hacer. Cuando se le planteó a Fidel la disposición del padre a incorporarse como capellán al Ejército Rebelde, rápidamente lo autorizó.

 

De Nueva Gerona partió el 2 de junio de 1957 para la Sierra Maestra, con 40 años, recién cumplidos el 6 de mayo. Allí estuvo hasta el triunfo de enero de1959. Por su fidelidad a la Revolución, su permanencia en las montañas orientales con los rebeldes, su compromiso social y servicio a los empobrecidos de la tierra, le fueron otorgados los grados de comandante, que ostentaba sobre una peculiar sotana verde olivo diseñada por el comandante Camilo Cienfuegos.

 

En tiempos de crisis, como los actuales debido a la COVID 19 y al bloqueo del Gobierno de Estados Unidos contra el pueblo cubano con una ferocidad sin precedente, el padre Sardiñas se erguiría virilmente y rechazaría con toda la fuerza de su fe cristiana y revolucionaria las acciones de terroristas y mercenarios seguidores de “su presidente” Donald Trump. Y sin duda, para él, profanar la bandera de la estrella solitaria sería una afrenta a Martí y a quienes la han defendido y defienden, incluso al precio de sus vidas; una traición a la Patria soñada por él: “con todos y para el bien de todos”; un ultraje a los humildes de la tierra cubana; y por tanto una blasfemia contra Jesús de Nazaret, pues tal como lo expresara ese titán de la fe revolucionaria, Fidel: “¡Traicionar al pobre es traicionar a Cristo!”(2)       

 

En consonancia con ello, el Centro Óscar Arnulfo Romero, inspirado en el ejemplo del sacerdote comandante, se une al pueblo cubano, particularmente a sus jóvenes y artistas, para repudiar las acciones de quienes, con el pseudo argumento de que son artistas defensores de la democracia, pretenden erigirse en líderes sociales. OAR no se deja confundir, reconoce sus reales intenciones.

 

(1) Basado en el libro de Yolanda Portuondo López, Guillermo Sardiñas: el sacerdote comandante, Editorial Cultura Popular, La Habana, 1987.

(2) Discurso del 10 de agosto de 1960 en el teatro de la CTC.

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